miércoles, 18 de noviembre de 2009

DE SORPRESAS GATUNAS, EVASIONES DOMINGUERAS Y ALGUNA PRIMICIA NAVIDEÑA

Hola, chicos. Cuanto tiempo, ¿verdad? Pero, bueno. Advierto que vengo dispuesto a largar de lo lindo, así que ya os podéis ir apoltronando con ese cafelito y las pastitas porque hay rollo p’á rato (y el que avisa no es traidor)
Voy a comenzar con una reflexión: mi santa casa, hasta hace muy poco tiempo, y por lo que tengo entendido, parecía algo así como una sucursal de la Sección Femenina del Movimiento, ya que el único representante masculino era el papanatas de Amadeus. A los que, como yo, seáis de la primera volada, la "sección" esa seguramente no os sonará mucho. Ahora bien, los que pertenecéis a la promoción de mamuchi (es decir, sólo algo posteriores a la última glaciación) lo más probable es que aún conservéis las patitas de vuestra memoria histórica enfundadas en aquellos inmaculados pololos que os hacían llevar para dar la clase de gimnasia, a que sí?
Bueno, el caso es que esa tónica femenina dominante a la que aludía, ha cedido paso a un progresivo aumento de la masculina. Primero fui yo, bien, después del neuras ese que parece la versión gatuna de la niña del exorcista, la verdad. ¡Pero si hasta le llegó un día a sacar a mamuchi la pantufla del pie cuando le estaba sirviendo el desayuno, el tío..!
Sin embargo, ahora ha sucedido algo mucho más digno de mención. Recordáis, supongo, al par de últimas incorporaciones a la cabaña familiar, verdad? A Muriel y Josefina, quiero decir… Pues bien, quería notificaros que esta última ha pasado ahora a llamarse… Eric, y no, no precisamente por aquella proverbial costumbre de mamuchi que os explicaba en otro capítulo. Y en cuanto a la primera, puesto que aún parece haber cierta duda razonable al respecto, de momento se va a seguir llamando Muriel.
Yo creo que esto viene a ser algo así como el caso de aquel Pastor de la Iglesia Anglicana, que ha estado no sé cuantos lustros cantando misa como tal y ahora lo seguirá haciendo como “pastora”, a lo mejor, hasta combinando maquillaje con tono de casulla…

En fin, esto es lo más sorprendente que nos ha sucedido en los últimos días. El resto del tiempo, la existencia discurre plácidamente. A veces, hasta demasiado... Y en esas ocasiones siento que tengo que aportar algo de emoción a la cosa, como cuando, por ejemplo,la otra mañana abrí solito la puerta del patio y me largué, decididísimo, a correr mundo.
Fue una auténtica odisea dar conmigo y, a partir de ese momento, mamuchi decidió cerrar siempre con llave y esconderla, porque dice que, si la encuentro, soy capaz de utilizarla.
Sin embargo, no me hace falta, je,je...
Veréis, el domingo pasado ella estaba liada con cierto cuadrito pictórico que se tiene entre manos. Tendríais que haberla visto, con aquel calzado... con el pelo recogido en una especie de cresta rígida (para que luego diga que yo soy de “pelo duro”) y embutida en un atuendo, uhm, vamos a llamarlo… informal.
En varias ocasiones ví rechazada mi amable oferta de ayudarla en la realización de la obra en cuestión. Cada vez que intentaba sugerirle la incorporación de algunas notas más de color que, a mi acertado juicio, eran indispensables en el lienzo, ella me apartaba con cajas destempladas. Encima, los gatos estaban, uno (el pelota) admirando el ritmo del pincel, y los otros sobando, así que yo me aburría más que una oveja así que, mira por dónde, me acerqué distraídamente a la puerta… En un ejercicio que hubiera merecido un abrazo del mismísimo Houdini, me colé por debajo y, hala! que ya estaba yo en la calle.
¡Pies para qué os quiero! Qué ilusión tan grande,sí señor!
Pero, claro, la que no debió sentir lo mismo fue la jefa...
Cuando se percató de que hacía ya varios minutos que yo no la estaba sabiamente asesorando, y que tampoco se había escuchado ningún estropicio en las proximidades, primero miró por todos los rincones de la casa (trámite este que, dadas las dimensiones de la susodicha, no le llevó más de dos minutos) y luego se asomó a la calle. Como la afición a la jardinería de los bigotudos ya comienza también a dar sus frutos, esa verificación tampoco le llevó ni un segundo más de la cuenta.
Efectivamente, allí estaba yo, dirigiéndome a husmear el container de la esquina y, de paso, explicarle a las vecinas que en casa me matan de hambre.
Cuando la ví aparecer, decidí cambiar eso del paso normalito por el trote animoso y, ya finalmente, por el galope decidido e imparable.
Mamuchi también corría a su manera y, en esto, los dos divisamos en lontananza a un vecino que, apoyado en una farola, seguía muy interesado el desarrollo de la acción. Se trataba de un señor al que mamuchi encuentra habitualmente cuando sale para el curro disfrazada de ejecutiva decentilla y, claro, el buen hombre… pues no la reconoció.
Yo creo que, al verla de aquella guisa, con esa cresta y con aquella ropa manchada de toda la pintura que le faltaba en la cara, debió considerar que yo en realidad no hacía más que huir - y muy prudentemente, por cierto- de un peligro más que notorio. Mamuchi le chilló que me agarrara, pero él parecía debatirse en un profundo dilema moral. Seguramente estaba considerando la posibilidad de cometer un irreparable error si restituía a un pobre e inocente ser bajito, alargado y con cuatro pelos de punta (un servidor, jí,jí) a las garras de algo así como una versión doméstica de Cruella de Vil.
Y aquella indecisión me hizo a mí ganar tiempo, aunque dos farolas más tarde me acabaron echando el guante y mamuchi y yo emprendimos el camino a casa con los todavía asombrados ojos del vecino clavados en ambos cogotes.
Ahora, de cara a las próximas fiestas, sé que está pensando en pedir a Papa Noel (es que hasta Reyes no aguantamos) una puerta nueva para el patio o bien un refuerzo para los bajos de la ya existente.
Ey, a propósito de dichas fiestas, ¡QUE YA LAS TENEMOS ENCIMA, EH!
Yo, como siempre, intentando echarle una manita y por aquello de ir adelantando faena, ayer le planté ilusionado todo un “pesebre” en medio del comedor para que se lo encontrara nada más levantarse. Y ella, como siempre también, pues despreciando mi obra y sin reconocerme nunca un mérito…
Soy un incomprendido y, a este paso, voy a tener que pedirle a Inés que me vuelva a pegar en la columna de la izquierda, aunque, eso sí, sólo si me puede garantizar también el anonimato porque, de lo contrario, fijo que ésta se me lleva otra vez.
Y hablando de dicha columna, me voy un ratito a cotorrearla, que he visto varias perritas que están muy, pero que muuuuuy bien.
Hasta la próxima, chicos.
Un placer, como siempre, poder charlar con gente lúcida que lo entiende a uno.
No como ooootras!
Y no miro a nadie…

5 comentarios:

  1. jajajajjajaaaaaaaaaaajjjjjajajajjajaaaa....eres la leche!!!!

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  2. Mi sofá , huy perdón quise decir mi perra , es todo lo contrario a éste activista , pero claro es que la culpa es tuya que le consientes todo ect....etc jajajaja .
    No lo amordaces y deja que nos siga contando cosas .

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  3. Desde luego, Mafalda, eres lincreible;estoy llorando de tanto reir¿Cómo pueden sucederle tantas cosas a Renato?Para mí que quiere emanciparse y choca frontalmente contigo.
    Y lo del sexo de las acoplás, ¿Es que son pequeñitas o es que no te detuviste en mirarlas por detrás?
    En fin, que después de tantas desdichas con los abandonados, leer tus escritos, nos relaja y nos da fuerzas.

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  4. Muy mal, Renato, lo de hacer correr a nuestra amiga Mafalda de esa guisa por la calle.
    Eres todo un crak, pequeñajo.

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  5. Oye, Renato, ¿No te has enterado que con Nano vive una perrita muy guapa?, anda, debes cambiar lo de el rincón de Inés y añadir a Manuela;se va a enfadar si lo lee y no sabes el brío que tiene

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