viernes, 11 de febrero de 2011

PARA TI, LUCIA...


Querida Lucía:
Quizá no haya pasado por alto de tus bigotes que las personas tenemos cierta tendencia a evocar cosas, historias y emociones en fechas concretas, así que ahora que hace un año que te fuiste me apetecía comentarte unas cosillas.
Verás, tal día como hoy, tú aún estabas por aquí y yo tenía en mis manos el poder –triste poder- de decidir si seguirías estándolo… ¿Cuánto más? ¿Un día, dos, alguna semana quizá? No sé, pero no puedo evitar pensar que así como algunos tocólogos hacen coincidir en función de su agenda la venida al mundo de una criatura, así yo también decidí tu salida de él en función de la mía, “salvando las distancias”, a lo mejor debería añadir, por aquello de no molestar a algún purista, ya sabes…
No era una cuestión de comodidad, no me malinterpretes. Sólo quise estar segura de que yo iba a estar ahí cuando tú te fueras. No quería que lo hicieras sola y deseaba de todo corazón acompañarte hasta aquella puerta a partir de la cual ya no deberías temer nunca más tropezar con alguno de mis trastos.
Todo parecía que estaba bien y, sin embargo, poco después de dejarte, apareció ella, infalible y puntual a su cita conmigo, ladina e implacable como siempre, la Culpa.
Las dos nos conocemos bien, ¿sabes? Ella lleva muchos años visitándome y hemos pasado juntas muchos ratos.
Te diría que nuestros encuentros se han hecho más esporádicos con el paso del tiempo y que tal vez esto sólo sea el resultado de que yo haya aprendido a huir cuando sospecho su intención de venir a verme, aunque me gustaría creer que es ella misma la que no considera necesaria su presencia. Sea como sea, no acaba de dejar mi vida ahora que, como decía la inefable Evelyn de “Tomates Verdes Fritos”, soy demasiado vieja para ser joven y demasiado joven para ser vieja. Por cierto, recuerdo que aquella noche tú te pasaste casi toda la película intentando comerte las patatas fritas de mi cena mientras la veíamos…
No sé dónde estás ahora, mi pequeña bola de pelusa. Ignoro si las vivencias que experimentamos juntas se han transformado en otras similares en cualquier otro lugar, a saber dónde y con vete tú a saber quien. O si, a lo mejor, has sido llamada a adquirir la forma de un ser más puro (aunque a mí me cueste imaginar que pueda haberlo).
No, no lo puedo saber, pero, como te decía al principio, las personas tenemos tendencia a simultanear evocaciones y calendario, así que ahora que hace un año que me faltas, necesitaba decirte que te quiero igual que cuando estabas conmigo. Y también que con estas letras, probablemente en el fondo, muy en el fondo, no trate tanto de buscar tu perdón (que ese seguro que ya lo tengo) como de, simplemente, encontrar por fin el mío.

miércoles, 28 de julio de 2010

UNA HISTORIA DEL TALLER O LA INCOMPRENSION DE UN GENIO

Ya no sé ni donde me había quedado. Si es que se nos pasan los días, las semanas y hasta los meses y no hay manera de que esta chica me pase los apuntes. Dice que no tiene tiempo. “Ayyyyy, si es que se pasa el tiempo volando”, dice…
Ya. Pero bien que lo encuentra para escribir otras cosillas, para hablar por teléfono (¡sólo nos faltaba que Sole Coneja’s Mother le mandara otro!) y para meterse en todas las zapaterías que encuentra. Alguien debería decirle que lo de Imelda Marcos no es preciso superarlo. Más que nada, porque en casa ya no cabemos más trastos. Un servidor, sin ir más lejos, el otro día le hizo una indirecta al respecto. Una de esas que se hacen levantando decididamente una pata, ya sabéis… Ahora, el par “indirectamente” aludido está en remojo con lejía y así tiene ella una buena excusa para adquirir otro en cuantito pueda. Yo creo que el día en que sea consciente del problema que tiene servido con ese tema, acabará autovetándose la entrada en todas aquellas zapaterías que tengan un expositor en la entrada al mejor estilo de un ludópata en la puerta de un bingo.
No es mala chica, no. Pero no hay forma de entenderla. Y mira que hace ya más de un año que lo intento, eh? Pero, nada, ¡que no hay manera! Y, para muestra, un botón:
Quizás sepáis que ya hace algún tiempo que está muy liada con eso de los dibujos y que yo soy su primer ayudante, así como que mi inapreciable colaboración es básica. Pues bien, el proceso comienza con su llegada a casa llevando bajo el brazo un rollo grandote de papel. Luego procede a desenrollarlo y lo aplana hasta que queda bien lisito, pero a veces le cuesta un poco porque el dichoso papel, por lo visto, le tiene una tremenda querencia a la forma cilíndrica. Pues bien, resulta que la semana pasada volvió a aparecer con uno de esos rollos, por tercera vez en lo que va de mes, por cierto, ya que la última obra se le está resistiendo más que un baño a la gata Brujilda (y digo yo que menos mal que aquello de la mili ya está abolido en este santo país, que si no, para cuando acabe el retratillo que tiene entre manos, el niño-modelo del cuadrito en cuestión ya iba a estar licenciado y todo) bueno, pues a lo que iba, que como uno siempre tiene esta innata tendencia y generosa predisposición a echar una mano, al ver que dejaba el rollo de papel en el suelo, al lado del caballete, mientras se iba a hacer sus cosillas, pues me dije:
“Mira, majo, se lo irás aplanando y así le adelantas trabajo a la criatura…”
Dicho y hecho. Peeeeero…
No había hecho más que empezar, cuando oigo una voz que surge del lavabo y que dice: “¿Y ESE RUIDOOOO..?”
En menos de un santiamén se me echó encima como un brazo de mar y me sacó de encima de la cartulina en la que sólo me había dado tiempo de pegar tres o cuatro botes, os lo aseguro. Uno, que tiene una fina intuición para estas cosas, procedió a retirarse prestamente hasta el rincón de la no-lámpara y, desde allí pudo oír como despotricaba durante un buen rato.
“ Como un acordeón lo ha dejado”, decía. “¡Como un acordeón!”
Y después, hablando por teléfono con su mamuchi de ella (se creerá que no la oía) pues también le explicaba: “ Si es que yo no sé de donde saca este bicho las ideas!” “Pero qué desastre, por Dios!”
Es el colmo, vamos. Yo, un “bicho” yo!!! Vamos, vamos, vaaaaaamos! ¡Qué indignación más grande!
Estuve un buen rato después sin dirigirle la palabra. ¿Qué menos, no..?
Luego, como siempre, se nos acabó pasando. Yo utilizo mi infalible técnica de la mirada fija en los ojos con posterior caída lánguida de pestañas y, al momento, ya la tengo otra vez acosándome a achuchones y besuqueos. Soy bastante sufrido, la verdad, pero a veces resulta francamente agobiante. Gato Ferdie está de acuerdo conmigo (él diría: “meh!”) y eso que es su preferido gatuno (o quizás precisamente por eso). Se parecen mucho los dos. Así, siempre como atontolinados y, a veces, con un subidón que les entra y les hace ir de un lado a otro de la casa como si se hubiera prendido fuego en algún lugar de la casa. A ella suele ser porque se le escapa el tren. El de la RENFE quiero decir (que como se entere que insinúo otra cosa me tiene a zanahorias y agua secula seculorum y no me vuelve a transcribir nada nunca más) y al otro porque le interesa hacerle la pelota. Los dos igualitos, unos viejos prematuros… bueno, ejem, uno bastante más prematuro que el otro, je,je..
Se dice que para tener una correcta visión del lugar que uno ocupa en el mundo hay que tener en casa un perro que te mire como te mira un perro, y un gato que te mire como te mira un gato (claro, cómo te van a mirar si no, verdad..??) Pues bien, yo le digo que para tener esas dos visiones puede apuntarse al repelente Amadeus, al que aburre soberanamente y que le suelta un tarascón en cuanto se descuida y como perro… pues que como perro puede tener al gato Ferdie y que si sabe contar, que conmigo no cuente.
¡Hala!
Estos días estoy esperanzado con la posibilidad de que se decida a salir ni que sean cuatro días para cambiar de estos aires de barrio tan sanos y tan, tan, taaaan …, ejem, tranquilos. En próximas entregas ya os contaré de los aires esos, ya… pero ahora os dejo, voy a meter un par de mudas en el equipaje antes de que se me cuele alguno de los monos esos (o los dos) en el bolso de mano.
Hasta pronto, chicos. ¡Felices vacaciones a todos!

jueves, 6 de mayo de 2010

RONA




Esta es Rona, era Rona, la perrita de nuestra amiga Esmeralda. Es el último retrato que ha hecho Montse la mami de Renato. Os recuerdo que el importe de los retratos de vuestras mascotas van destinados a la prote que vosotros decidais
PD. Felicidades Esmeralda, me ha dicho un pajarito que mañana viernes es tu cumple

jueves, 15 de abril de 2010

AVATARES DIARIOS QUE NO TIENEN NADA QUE VER CON LA PELI AUNQUE PODRÍAMOS HACER OTRA CON ELLOS.

Una caja entera de tizas he gastado. Y tengo agujetas en los sobaquillos.
Ahí queda eso por si alguien quiere emprender alguna acción contra una que yo me sé. Que no es solamente esto, ¿eh? ¡Que ya tengo todo un pliego de cargos! Cositas como que le pongan a uno en cierto lado de la cama y luego, cuando ella va a acostarse, lo cambien para el otro lado (el que está congelado aún) como si servidor fuera el “Oso Calentoso” de Ufesa, o que se tenga uno que aprender hasta los ejercicios de Kegel para aguantar una pila de horas sin emitir micción alguna y luego, cuando se le escapan accidentalmente cuatro gotas, lo pongan a uno como hoja de perejil. Y no, no puedo acceder al patio como apunta nuestra querida Adavel, porque, por lo visto, por la cancela hay posibilidad de que yo salga, ejem… distraídamente, a dar algún garbeíllo (no sé qué le hace pensar a mamuchi tal cosa ) y dice que hay que esperar hasta que ahorre para comprar otra. Que sea blindada. Y que entonces podré pasar los lunes (y el resto de la semana) al sol.
Ahora llevo unos días sin dejar mi impronta en ningún rincón pero es que…¡no queda ninguno libre! Tenemos el sofá rodeado (por este orden) de la caja de cartón más grande que se ha podido encontrar, un revistero que habitualmente ocupaba la otra punta del piso y que ahora actúa como bastión fronterizo del rincón fatídico de la difunta lámpara, un taburete descalabrado, una bolsa de plástico con asas y tres palanganas, a saber: una horizontal amarilla y otras dos redondas de color azul plomo, así que cuando mamuchi se sienta o, para ser exactos, consigue sentarse a cenar con su bandejita encima de las patorras, tiene toda la sensación de estar metida en una trinchera. Eso sí, una trinchera aromatizadísima porque todo está rociado de un spray repelente (nunca mejor dicho) que compró en el mismo sitio donde nos adquiere la pitanza a esa panda de monos y a mí.
Y luego me viene con el cuento de las horas que se tiene que pegar ella en el curro, pero lo que no dice es que en ese rato ella SÍ puede ir – y, de hecho, va- unas sesenta veces al WC, eso no lo dice, no…
Cuando por fin aparece por casa nos largamos todos muy ufanos. A mí me gusta especialmente cuando vamos al parque. El pasado domingo nos encontramos por el camino a un par de señores que salían del bar, el del local social del barrio, y que nos hicieron parar.
- “Mira qué perro (ése era yo) más majo”, dijo uno de ellos.
Mamuchi les dio la razón encantada (faltaría más) y luego va y nos dice el buen hombre:
- “Oye, ¿y no se lo podríamos echar a una perrita..?

Yo me lo miré, por razones obvias, de abajo a arriba y pensé: “ ¡pues anda que como no me eches a un charco, majo!” pero ella empezó a largar de tal manera sobre lo que opinaba al respecto - ilustrando además la explicación con tales dramáticos ejemplos - que aquellos dos debieron lamentar profundamente no haber pedido otro par de cafés con leche en el susodicho bar para así haber dado tiempo a que nosotros dos hubiéramos pasado de largo muy, pero que muuuuy sobradamente.
Cuando finalmente llegamos al parque ya habían llegado mis amigachos. Estos son un pastor alemán, una mastinota enorme y una pit-bull que lleva siempre un muñequito en la boca (no sé porqué será, aunque supongo que no todos podemos madurar tan correctamente siempre). Sus propietarios nunca se encuentran por la calle antes de las doce del mediodía, en cambio, por la noche –sea la hora que sea- están siempre. ¡Qué curioso!
Bueno, el caso es que cuando me vieron llegar se pusieron todos muy contentos.
-“Mira, ahí llega Rodrigo!” dijo el dueño de uno de ellos.
-“Noooo hombre, que no se llama Rodrigo, que se llama… que se llama…
¿QUÉ CÓMO SE LLAMA EL PERRO, OYE, QUE NUNCA ME ACUERDO?

¡Hala! otro rato de charramenta de mamuchi con los tíos esos (hay que ver lo que llega a cascar esta mujé) aunque a mí me daba igual porque yo ya estaba retozando feliz con el “trío calavera”. Lo único que impide que disfrute a tope en esos momentos es que los pobres Fernández se quedan escondiditos debajo de un coche y no se atreven a salir de allí hasta que nosotros ya hemos pegado media vuelta. En fin, nunca la felicidad es completa, ya se sabe y tampoco es que me afecte mucho, “p’a qué nos vamos a engañá”. Al fin y al cabo, bien que se suben ellos a la parra del patio sin tener en cuenta que yo sólo puedo estirar el pescuezo para mirarlos desde abajo.
Sí, chicos, nuestro barrio es muy, pero que muuuuuy peculiar. Es como un pueblito dentro de un pueblazo, ¿sabéis? y tienes el chismorreo, las patatas de la Rioja, el ajo de no sé donde y las fundas de sofá (sirven para todos los modelos) “EN LA PUEEEEEEERTA DE SU CASA, ¡¡¡SEÑORA!!!”.
¡Ah! Y ahora, de cara al verano, también tendremos melones. Esos los trae un chico que lleva pegada en la puerta de la “fragoneeeeeta” una calcomanía de un señor que por lo visto cantaba flamenco con mucho salero y que se llamaba “Calamar”, “Cormorán” o “Cascarón”… no sé… Bueno, el caso es que, ahora que pienso, debe de ser conocido o pariente de la orejona de la familia de Inés, porque dice que los melones (y él) son de Villaconejos, así que, como según parece en los pueblos todo el mundo se conoce, si acaso me voy a su rinconcito a preguntarle a ella, a ver si sabe a quien me refiero…

viernes, 9 de abril de 2010

EL EDITORIAL MAS CORTO DE LA HISTORIA

Pues veréis, de verdad que yo tenía toda la voluntad peeeeero… no va a poder ser. De momento. Es que, ejem…estoy castigado. La tirana esa me ha mandado escribir quinientas veces “No seré tan cochino y no me mearé más en el rinconcito de la lámpara”.
...
De momento llevo veintitrés. En cuanto acabe el resto, paso el editorial del día, lo prometo.
P.D. No sé porqué se pone así. Al fin y al cabo… ¡si la lámpara esa ya la tiró a la basura el otro día!

viernes, 19 de marzo de 2010

SI EL PATIO DE CASA TUVO SU EDITORIAL, HOY LE TOCA A LA PUERTA

¡Hola, chicos!
Acabamos de pasar el día 18 de marzo.
Yyyyy..? os preguntaréis vosotros.
Pues bien, que eso quiere decir ¡que llevo ya nueve meses en casita! O sea, que si esto fuera un embarazo, ya habríamos salido de cuentas, peeeero, como a Dios gracias no lo es, ¡podemos seguir contando!
Y qué contamos..? Pues que las cosas van poquito a poco retomando su nuevo orden. Unas con más facilidad que otras, como no podía ser de otro modo. A mamuchi, por ejemplo, aún le cuesta mucho llegar a casa y, en el momento de ir a poner la llave en la cerradura, constatar que la cieguita ya no está en el poyete de la puerta (solía salir al patio y luego no sabía volver a entrar, la pobrecilla, así que se quedaba ahí siempre, esperándola a ella). Sin embargo, la abstracción a mamuchi le dura poco porque en cuanto yo me percato que está ella ahí intentando entrar, procuro inmediatamente aportar mi granito de arena para ayudarla a abrir. ¿Qué como..? Pues lanzándome sobre la puerta mientras los bigotudos hacen unos coros de acompañamiento. Esos chicos están ya muy majos. Se nos están criando muy bien. Cada uno tiene su gatonalidad, eso sí. Uno de ellos, Fernández 1º (el sin rabillo) es el buenorro, el anchote, el tranquilón. No hace nada. Por no hacer, es que ni maúlla como se supone que lo haría un gato decente. Él no. No dice ni “miau”, sólo suelta un ruidito que viene a sonar como “meh” (así, emitido con vocecilla aflautada) y va siempre flotando por ahí, el muy cachazas. Yo, la verdad, prefiero al flacucho esmirriao con rabo. Ese es un buen gamberro, como yo. Con él tengo un rollo estupendo aunque a veces a la jefa le recordemos aquella escena de la peli “Madagascar” en la que el león juega a perseguir a su amiga cebra sin poder evitar que le vengan ciertos pensamientos poco edificantes a la melena… Je,je, cuando llegamos a ese punto, agarro a Fernández 2º por el pescuezo y lo zarandeo un poquillo… vaaale, a veces es un “muchillo”, pero nos mola, hasta que el tío empieza a chillar (encima que siempre es él el que me provoca!) y ahí viene cuando mamuchi me llama al orden. Entonces, el muy acusica y yo nos quedamos los dos quietitos y yo pongo cara de ir a ponerme a silbar en cualquier momento la tonadilla de “El Bueno, El Feo y El Malo”.
La otra noche, a la hora de pasar lista para ir a dormir, él no estuvo presente. No hubo manera de encontrarlo, así que nos fuimos todos al sobre confiando en que ya saldría a la mañana siguiente. Y bueno, pues la verdad es que no sabría deciros si llegó realmente a primera hora de esa mañana… o a última de la noche anterior. Era antes de las 6’00 AM, eso sí, y estaba mamuchi soñando que salía con un apuesto joven, todo dulzura, afecto, generosidad, ternura, inteligencia y comprensión (o sea, que no hay duda de que realmente estaba soñando, vaya!) y yo allí, a su lado, perdido también en mis ensoñaciones (creo que tenían relación con un plato de salchichas que NO eran de tofu…) cuando, de repente, oímos un tremendo estruendo en la puerta. Esta tiene en la parte superior una ventanita de cristal con su cortinilla y unas rejas. A mamuchi le encanta y a mí también (sobre todo cuando está abierta) El caso es que el minino-bandarra había llegado, con prisa por lo visto, de vete tú a saber donde y el tío, en vez de esperar pacientemente a que se abriera oficialmente el cuartel general, pues prefirió lanzarse a la rejita en cuestión y, desde allí, se lanzó a soltar tales marramiaus (que este sí que los pronuncia bien) y pegarle tales meneos a la dichosa puerta que consiguió que todas nuestras ensoñaciones se dispersaran con más facilidad que el contenido del sobre de una nómina de 400 euros (que, como bien sabéis por aquí, haberlas, haylas;) Mamuchi y yo acudimos más deprisa que si nos hubieran invitado, a ella, a una merendola con Hugh Laurie y a mí, a una excursión por unos cenagales, sin correa ni leches (que diría la Esteban) y el otro entró más ancho que un ocho, se fue derecho a la cocina a tomarse el desayuno (o el resopón) se hizo sus abluciones y luego se enroscó a dormir con su hermano el gordo que, por supuesto, ni había movido un bigote, mientras mamuchi se iba imaginando la cantidad de posibilidades que hubiera podido escoger antes que la de quedarse en casa el día en que a él le dio por aparecer en ella.
Ya no se pudo volver a dormir, claro, y a mí me tocó luego, como siempre, aguantarla a ella. A ella, con su insomnio… y a los otros, ¡con sus impertinencias!
¡Aiiins, Señor, Señor…DAME PACIENCIA!
Y es que, la verdad, vosotros no sabéis lo que es eso. No, no podéis saberlo...

lunes, 15 de febrero de 2010

REENCUENTRO


Hola, chicos.
Hace casi, casi, dos meses desde que pulsé el “pause” del chisme este en espera de que, como dirían en términos náuticos, soplaran vientos más favorables. La verdad es que no puedo decir que esto haya sucedido ya. Más bien por el contrario, las cosas no acaban de encauzarse. Y este fin de semana nos ha dejado Mª Lucía. El sábado, mamuchi salió de casa llevándola en brazos, muy, muy abrazadita y volvió, sola, dos horas después. Entonces ella y yo nos fuimos al bosque y estuvimos caminando muchísimo rato.
Yo seguía sin animarme a escribir, sin embargo, esta mañana ha sucedido algo que me ha hecho cambiar de opinión.
Veréis, ella (mamuchi) estaba recogiendo las cosas a toda prisa para irse al curro diario. Ya sabéis, el bolso (estaba debajo de una pila de protectores de sofá) una mandarina, un plátano (que tiene mucho potasio), donde están las p+^+* llaves y, sobre todo, ubicánconos a nosotros: a los hermanos Fernández y a mí, cuando le ha parecido notar algo raro en uno de esos bigotudos. Como ni siquiera recordaba que hubiera llegado a salir ninguno de ellos en algún momento al patio, más que por la inquietud, se ha sentido movida por la curiosidad al verificar de qué se trataba esta vez. Sin embargo, al instante ha podido comprobar, horrorizada y apenadísima, que lo que había caído en poder del gato más gamberro de la casa no era esta vez una de las velas en forma circular sino un pobre pajarillo. Cuando, por fin, ha conseguido sustraerle la presa al interfecto y ha observado a esa pequeña bolita de pluma en la palma de su mano, estaba convencida de que la desdichada criatura había muerto, sin embargo, un casi imperceptible movimiento de uno de aquellos minúsculos párpados (el que quedaba "boca arriba":) le ha hecho percatarse de que “allí dentro” aún palpitaba la vida. Pero ahora, claro, se presentaba un nuevo problema: el ave estaba muy mal, en casa no hay UVI pajaril (todavía) la climatología en el exterior y en esos momentos era como para que los pingüinos llevaran bufanda y nórdico de doble faz y, encima, el tren, como siempre, con esa manía tan fea de no esperar nunca…
Bien, pues, a la m… digo, a la porra con el tren y con todo. Con el pajarito (que debía ser un mosquitero común, aunque ese extremo es difícil de confirmar ahora, al menos, hasta que mamuchi consulte el manual ornitológico que corre por casa) con él, como digo, firmemente metido en la palma de su mano nos hemos ido los tres como abducidos hacia el bosque, internándonos bastante en él al tiempo que ella le iba diciendo no sé que cosas, aparentemente, a un puño cerrado (anda que el que nos haya visto...)
En un momento dado, se ha detenido entre los árboles, ha abierto la palma de la mano y el pajarillo, a su vez, ha abierto los ojos, se ha puesto en pie, ha desplegado sus pequeñas alas y ha realizado un corto vuelo justo hasta un arbusto que había allí delante. Desde una de sus ramas la ha mirado unos momentos y, poco después, mientras a mamuchi se le caía otro de sus lagrimones (aunque esta vez era un lagrimón distinto) nuestro plumillas ha emprendido el vuelo.
Y yo, pues ya véis, me he dicho para mis perrunos adentros “hoy, escribo. Vaya que si escribo!”. Y es que os he querido explicar esta historia - hasta aquí, sin ninguna licencia a la imaginación, os lo aseguro - porque he sentido que tenía que transmitir algo que a mí me ha parecido como una señal. Como un guiño de "alguien" que, desde algún lugar, quizá nos ha querido transmitir de esa manera su mensaje. Un mensaje que yo he querido interpretar como que el de que aún hay esperanza. Que aún debe seguir habiéndola.