viernes, 4 de septiembre de 2009

SÍ, ME LLAMO RENATO, ¿Y QUÉ?

Hace unos tres meses llegó a la ofi una visita. En principio, una de tantas. Se trataba de una chica que decía tener “sita” con uno de los “lisensiados” y que traía consigo un crío que parecía, muy, muy enfadado. A pesar de esa actitud que, a decir verdad, no acostumbra a resultar demasiado atrayente en los bebés, mami (la mía) se dió cuenta enseguida de que aquel era para ella uno de aquellos casos, más bien poco abundantes, referentes a cachorros humanos que conseguían inspirarle unas irresistibles ganas de besuquear, achuchar y hasta de propinar algún que otro mordisquito mofletero. Uno de esos, en definitiva, ante los que no se tenía que ver, ante la orgullosa madre, en la tesitura de recurrir a la frasecita típica del: “Uy! Qué espabilado está, verdad?
A mí me consta que tal atracción no tiene relación alguna con cuestiones físicas y/o estéticas. De hecho, a ella le dan bastante rabia estas cosas. Aún recuerda aquel anuncio de “Sánex” en el que, mientras se mostraba en primer plano un enorme “bombo” siendo frotado con una espumosa esponja, una voz en off iba informando de las teóricas gracias que adornarían al futuro neonato: “Tendrá el pelo rubio y los ojos azules”…
Seguramente más de uno lo recordáis también. Puaf!
Y también estoy seguro de que cualquier creativo publicitario ha tomado buena nota de lo que representó aquella pifia en su momento y ahora, si os fijáis, en todos los anuncios proliferan los bebés multiraciales, dá igual que lo anunciado sea un gel, la Nocilla o los petos del United Colors of Benetton.
En cualquier caso, como mi “santa madre” sólo echa mano de una pastilla de jabón tipo “Lagarto” para sus abluciones cotidianas( y de decantarse por el uso de un gel probablemente tampoco hubiera adquirido esa marca ni en fecha previa al anuncio de marras) no pudo dirigirse inmediatamente al baño para proceder a vaciar el frasco completo, no ya en el wáter (que eso hubiera sido una auténtica putadita para el alcantarillado público) sino en algún recipiente de dónde luego ya se hubiera encargado de deshacerse de la forma más contundente y ecológica posible.
Acabo este inciso sobre empatías entre seres... Supongo que con unas personas se siente más atracción que con otras (también lo he oído llamar “química”). Y esto sucede sea cual sea su edad, su peso y su gama cromática capilar y dérmica. Así de sencillo.
Y a mí, perrunamente hablando, me sucede lo mismo. Que lo sepan!
Bueno, y volviendo al hilo de la historia, llegamos al punto en que mi mami pregunta a la del berreante rorro el nombre del susodicho. Y también al momento de la respuesta que fué… ¿Adivináis cual fué..?
EXACTO! Lo adivináis!
...
Ese mismo día ella llegó a casa con la buena nueva: ¡Ya me tenía nombre asignado!
Tras el sobresalto inicial (convendréis conmigo en que el nombrecito se las trae) tengo que confesar que experimenté una sensación de alivio.Y es que hasta el momento no dejaba de resultarme altamente sospechosa esa manía suya de llamarme siempre empleando todo un Santoral en lo que - y esto que quede entre nosotros - probablemente no era más que una muestra de su inicial y presuntamente firme decisión de pasar de mí como de volar.
Sí, eso estuvo sucediendo durante varios días, alguna semanita incluso(reconócelo, reina) hasta que un buen día observé que cuando sonaba el telefonino ya no lo miraba como esperanzada sino más bien con un cierto recelo y que cuando salíamos a estirar las patas, más que del paisaje, iba pendiente de que desde detrás de cualquier esquina o interior de algún vehículo con el que nos cruzáramos por la calle, no pudiera dejarse oír alguna exclamación tipo:
”ANDA, PERO SI ES POPI! POR FIN APARECEEES!!”

Ahora tengo clarísimo, mejor dicho,”tenemos”, porque lo que es yo nunca tuve (y más de una por aquí, tampoco) dudas al respecto de dónde estaba exactamente mi perrunil destino.
Esto ya es una certeza total.
Máxime cuando me enteré de que ayer, al responder una vez más al teléfono en su curro y escuchar que una voz femenina, tras saludar, se identificaba como “La Mamá de Renato”, la mía le espetó un: “¿¿QUÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉÉ??” tan horrorizado, que la del otro lado de la línea debió quedarse sumamente extrañada.
Y no sé cuánto le durará la extrañeza, je,je, pero lo que es a una que yo me sé, ¡el susto no se le ha quitado todavía!

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