Querida Lucía:
Quizá no haya pasado por alto de tus bigotes que las personas tenemos cierta tendencia a evocar cosas, historias y emociones en fechas concretas, así que ahora que hace un año que te fuiste me apetecía comentarte unas cosillas.
Verás, tal día como hoy, tú aún estabas por aquí y yo tenía en mis manos el poder –triste poder- de decidir si seguirías estándolo… ¿Cuánto más? ¿Un día, dos, alguna semana quizá? No sé, pero no puedo evitar pensar que así como algunos tocólogos hacen coincidir en función de su agenda la venida al mundo de una criatura, así yo también decidí tu salida de él en función de la mía, “salvando las distancias”, a lo mejor debería añadir, por aquello de no molestar a algún purista, ya sabes…
No era una cuestión de comodidad, no me malinterpretes. Sólo quise estar segura de que yo iba a estar ahí cuando tú te fueras. No quería que lo hicieras sola y deseaba de todo corazón acompañarte hasta aquella puerta a partir de la cual ya no deberías temer nunca más tropezar con alguno de mis trastos.
Todo parecía que estaba bien y, sin embargo, poco después de dejarte, apareció ella, infalible y puntual a su cita conmigo, ladina e implacable como siempre, la Culpa.
Las dos nos conocemos bien, ¿sabes? Ella lleva muchos años visitándome y hemos pasado juntas muchos ratos.
Te diría que nuestros encuentros se han hecho más esporádicos con el paso del tiempo y que tal vez esto sólo sea el resultado de que yo haya aprendido a huir cuando sospecho su intención de venir a verme, aunque me gustaría creer que es ella misma la que no considera necesaria su presencia. Sea como sea, no acaba de dejar mi vida ahora que, como decía la inefable Evelyn de “Tomates Verdes Fritos”, soy demasiado vieja para ser joven y demasiado joven para ser vieja. Por cierto, recuerdo que aquella noche tú te pasaste casi toda la película intentando comerte las patatas fritas de mi cena mientras la veíamos…
No sé dónde estás ahora, mi pequeña bola de pelusa. Ignoro si las vivencias que experimentamos juntas se han transformado en otras similares en cualquier otro lugar, a saber dónde y con vete tú a saber quien. O si, a lo mejor, has sido llamada a adquirir la forma de un ser más puro (aunque a mí me cueste imaginar que pueda haberlo).
No, no lo puedo saber, pero, como te decía al principio, las personas tenemos tendencia a simultanear evocaciones y calendario, así que ahora que hace un año que me faltas, necesitaba decirte que te quiero igual que cuando estabas conmigo. Y también que con estas letras, probablemente en el fondo, muy en el fondo, no trate tanto de buscar tu perdón (que ese seguro que ya lo tengo) como de, simplemente, encontrar por fin el mío.